lunes, 7 de septiembre de 2009

Editorial

“En un contexto de acentuada subdivisión de la tierra, con una feroz especulación inmobiliaria, el poblador rural que no tiene recursos muchas veces se ve obligado o tentado a vender su tierra. De esta manera es expulsado hacia las áreas urbanas, engrosando las filas de la población sujeta a la asistencia social por parte del Estado”, escribíamos en el tercer párrafo del diagnostico del proyecto “De cosechero a productor”, elevado al Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.
La subdivisión de la tierra en la zona generalmente deviene en urbanización y la consiguiente pérdida de superficie apta para el desarrollo agrícola, lo que precariza la economía local y la vuelve mas dependiente de recursos foráneos.
El año pasado, con el tratamiento de la ordenanza del planeamiento territorial de El Hoyo, en las audiencias publicas y fuera de ellas, la población expresó claramente que desea preservar la tierra por su valor social, cultural y productivo, y no subastarla para surfear una racha de miseria.
Defender la tierra, de todos modos, no depende de las barreras legales, sean leyes, ordenanzas o lo que sea: depende de la creación de contextos propicios para que esa tierra sea útil, productiva.
Esos contextos pueden quedar librados a las leyes del mercado, la buena suerte o el destino o pueden ser planificados, con toda la complejidad de su naturaleza, desde los propios sectores y/o del Estado. En el caso de nuestra actividad, hace años proponemos la discusión de un “Plan Integral para el Desarrollo del Complejo Agroindustrial de la Fruta Fina de la Comarca Andina”, asumiendo la teoría del caos, sabiendo que si plantamos y no mejora la infraestructura de frío o se incrementa la demanda, por más que nuestros cultivos sean impecables, se exponen a demasiados riesgos.
La discusión y confección de ese plan debe ser plural y comprometida y se debe abordar sabiendo que atada a la suerte del resultado de ella estará la nuestra.
La Cooperativa, mientras tanto, avanza entre la niebla, hace su aporte a la mística productiva del pueblo de El Hoyo y proyecta y ejecuta. El proyecto “De cosechero a productor”, ya en marcha en su primera etapa, es un plan piloto para incorporar actores y superficie que aporten a la masa crítica necesaria. A este proyecto se suma este año un proyecto de microproductores de frutillas y una experiencia de comercialización de fruta fina fresca que incluye la adaptación de una sala de empaque con destino exclusivo para la fruta fresca refrigerada y una sala de clasificación para la fruta congelada. La incorporación de Paz Gibert en la gerencia trae paz, orden, ejecución y transparencia.
Apostamos enfáticamente a poner en marcha el ciclo productivo desde las labores culturales hasta el destino final, siempre pensando en asociativo.
Valorando la tierra por su capacidad de producción y no por su valor de venta

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